Exposición PÁRAMOS de MARIO SIMÓN en el Museo del Calzado PIKOLINOS de Elche

El artista ilicitano Mario Simón Martínez presentó su nueva colección titulada PÁRAMOS que consta de 25 dípticos. PÁRAMOS surge de una base conceptual y se bifurca en dos vertientes: una nace de su propia temática; otra, de su propio proceso creativo, dicotomía inseparable que brota de este pueblo (Elche), de sus calles que siempre olían a goma quemada, al tiempo que vertían incansables, sempiternas, oleadas de calor y fuego resplandecientes.

Sin ausencias, la soledad existe. No aparecen negras tintas ni tonos tenebristas. La soledad suele ubicarse en medio de las fiestas coloristas y bajo el sol que nos alumbra. PÁRAMOS, son dípticos que marcan, separan, dividen una huella que nos lleva al otro lado pareciendo indicar que siempre hay, existe, el otro lado. Posaron para estos cuadros Ana Esclapez (actriz) y Elisa Simón (hija del pintor).

Los 25 dípticos de tamaño 69x80cm. están enmarcados en 90x100cm, en soporte de madera, con bastidor y tablero. Lámina de caucho fijada con cola. Texturas forjadas con fuego. Empastes con imprimaciones, serrines, aceites, colas y áridos. Colores naturales y mixtos, mezclas de acrílicos, esmaltes y óleos.

 

Sala de Exposiciones del Museo del Calzado PIKOLINOS, calle Germán Bernacer, 4 en Elche Parque Industrial – Torrellano (ELCHE).

Inauguración: viernes 24 de febrero 2006, a las 19 h.

La muestra se pudo visitar del 24 de febrero, al 30 de marzo 2006.

Horario de visitas: de lunes a viernes de 9 a 19 h.

Un momento de la inauguración.
Dípticos de luz y velos

LUZ Y LUMINISCENCIAS

La luz es necesaria para que la materia se manifieste, para que sea visible. La pintura y la arquitectura son incomprensibles sin la luz. La arquitectura dispone elementos en el espacio para captar, reflejar, tamizar, o incluso emitir luz, obteniendo un efecto deseado. La pintura dispone del marco del cuadro y mediante los instrumentos de perspectiva materia y color es capaz de captar luces y sombras. La primera y natural fuente de luz es el sol, no sólo describe el espacio sino también el tiempo, con sus colores y sombras cambiantes.

La arquitectura se construye también mediante elementos emisores de luz, normalmente artificial; unos constituyen cuerpos luminosos e iluminados que brillan en la noche oscura como modernas luciérnagas para atraer a sus presas. Incluso a veces, la luz se muestra ella misma sin iluminar ni revelar el material al que ilumina, engañando nuestra vista y con ella a todos nuestros sentidos, creando falsos volúmenes y espacios, tan virtuales como los que nos ofrecen los
ordenadores, la televisión o los anuncios luminosos.

 

VELOS
La arquitectura utiliza velos, veladuras, transparencias, insinuaciones, lamas, celosías, biombos. Velos, un tema clásico en las más refinadas arquitecturas islámica u oriental con la utilización de celosías o de los tradicionales “shoji”, paneles correderos de ligero papel traslúcido de la arquitectura japonesa, o en la más cercana arquitectura mediterránea, con las persianas venecianas. La utilización de nuevos materiales y su inherente ligereza, retoma con fuerza el tema en la arquitectura actual.

La pintura de Mario Simón utiliza mallas, tramas, color, calor, materia, caucho, “eva”. De esta manera estas trasparencias y veladuras se presentan como distintas formas de entender una realidad en la que la función expresiva se vincula a lo que ocurre en el espacio del díptico. Se centra en la piel como elemento ambiguo y permeable que, lejos de establecer un límite al espacio pictórico, lo proyecta más allá, vinculando el entorno a su propia actividad interior.
Hablamos también de espacios que velan otros espacios, o superposición de materia en distintos planos, de espacios intermedios a modo de logias etéreas que crean un velo de sombra sobre lo que se sitúa detrás; las figuras aparecen o desaparecen como escondiéndose unas sobre otras insinuando esas transparencias.

 

LUZ
Louis Kahn escribió “La materia es luz consumida”, la luz engendra y es el origen de toda materia. Para que un objeto o superficie sea perceptible, la luz tiene que iluminarlo primero, y de ese modo es su portador. La potencia de la luz orienta y construye los límites de un lugar o los límites de un cuadro. La luz ha desempeñado siempre un papel esencial en la definición de la forma arquitectónica. La silenciosa presencia de la luz ha materializado volúmenes y ha desmaterializado espacios. La inmensa luminosidad mediterránea potenciaba la masividad de la arquitectura clásica mientras la tenue luz nórdica creaba una atmósfera a medio camino entre el cielo y la tierra en el interior de las catedrales góticas.

La luz se ha usado, como en el teatro, en la arquitectura barroca para configurar escenarios sobrecogedores donde alcanzar el éxtasis o ser adoctrinado. La luz ha generado sombras sin las cuales sería imposible concebir arquitecturas visionarias como las de Boulleé, y desde luego ha sido uno de los instrumentos fundamentales de la revolución operada por el Movimiento Moderno en la percepción del espacio arquitectónico. Desde Sant’ Elia y Mendelsohn hasta Le Corbusier, Louis Kahn o Tadao Ando, la arquitectura del siglo XX ha buscado en la luz el mecanismo para superar el concepto clásico del espacio. La luz cualifica y eleva a la categoría de obra maestra Ronchamp, la Tourette, el Palacio del Capitolio de Dhaka o el Panteón de Roma.